miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Porqué Amnistía? (I)



Sobre las amnistías de 1931 y 1933

 “…no hay que olvidar que nuestro país ha sido pródigo en llamar terroristas a
muchos de los que lucharon por la libertad y la justicia, teniendo algunas veces
que responder con la violencia de los libertadores a la violencia de los tiranos”
ARMANDO VILLANUEVA (1)

Ahora que se apertura cada vez más la profundización del análisis de la guerra interna en el Perú, cabe destacar la siguiente cita de Héctor López Martínez al presentar (breve pero acertadamente) el décimo-octavo tomo de la obra de Basadre reeditada por el diario El Comercio, que tiene como autor a Raúl Palacios Rodríguez: “Basadre nos enseñó que una de las funciones principales de la Historia era preservar la memoria colectiva, pero revisándola críticamente”(2), preservar  la memoria colectiva, implica también emprender, dinamizar, potenciar, incentivar el diálogo entre los diversos colectivos humanos,  para comprender al otro y su proceso de almacenar/olvidar los hechos (a lo que llamamos memoria), pero una Memoria que excluya al “colectivo” del  PCP, siendo para muchos el factor determinante del proceso de guerra interna, ¿de qué representatividad colectiva nos puede hablar? Corresponde pues, que revisemos críticamente la Historia que “pone en escena” el sistema, ya sea en su vertiente dogmática de derecha o caviarona, teniendo presente lo que también dijera Martínez “el ‘uso’ del pasado con afanes presentistas, falsea la historia, que debe ser siempre honesta”(3).  Los afanes presentistas de la derecha en el Perú son negar el carácter político de la guerra interna en el Perú, y aquí, debemos incluso reparar cuánto se ha tenido que digerir  los hechos históricos para que se le nombre ‘guerra interna’, sabedores nosotros de que su nomenclatura exacta es otra. Bueno, la guerra siempre la escriben los vencedores, por ello es tan destacable el libro de Wachtel “Los vencidos”, en el que aporta sobre la versión de los derrotados de la guerra de conquista del Perú. Destacándose aquí que las etapas más complejas de la historia son las guerras y sus balances, siendo para el Perú hoy sus balances. Así como la historia de la humanidad no se puede circunscribir a la historia de esa pequeña península de Asia, a la que llamamos Europa,  y eso lo han demostraron los soviéticos en sus tratados, enciclopedias y manuales de de la historia, así tampoco la historia del Perú se puede circunscribir a la historia oficial que nos dan las clases dominantes, a través de sus libros de texto, de sus conferencias, de sus publicaciones académicas, y eso no niega que ésta historia contenga verdad, pero no es completa, adolece de lo principal: una visión de clase acertada.

AMNISTÍA DEL AÑO 1931

Al  indagar en algunos textos de historia, sobre el tema de la amnistía llevada a cabo en nuestro país en el año 1931, nos hemos dado con la sorpresa que sus alcances son mencionados superficialmente e incluso no se les menciona,  pese a que se da en un periodo social sumamente complejo. El reconocido historiador Jorge Basadre escapa un poco a este olvido y nos da a conocer brevemente, en  el tomo número quince de su libro Historia de la República del Perú,  algunas ideas sobre este tópico, pero en cambio, intelectuales como  César Arias Quioncot o Carlos Contreras,  ni siquiera la dan a conocer como dato, mientras sí  mencionan otros acontecimientos de menor trascendencia. Parece que existiese un intento de no reconocer sus alcances.

La amnistía de 1931, auspiciada por la Junta Nacional de Gobierno presidida por Samanez Ocampo(4) se da tras la caída del gobierno de Augusto B. Leguía, gobierno que tuvo muchas similitudes con la de Alberto Fujimori, por ejemplo ambos fueron civiles elegidos mediante elecciones constitucionales, pero que apoyándose en las fuerzas armadas, disolvieron el congreso, avasallaron el poder judicial y se legitimaron en una asamblea constitucional, también tuvieron un carácter populista  y pro norteamericano, similitudes que se dieron, incluso en sus respectivas caídas, ya que ambas ocurrieron tras el obstinado propósito de mantenerse en el poder, pese al descontento de la población. En lo único que no se  asemejaron es que por un lado el presidente Lambayecano murió trágicamente recluido en prisión, después de su intento de querer  escapar a Panamá, en cambio Fujimori, quien también conoce de huidas fallidas a Panamá  hoy en  cárcel, vive cómodamente, sin ningún tipo de restricciones, a pesar de que su gobierno se ha caracterizado por ser el más corrupto de nuestra historia

Este primer caso de amnistía general en el Perú tuvo como antecedente un periodo de convulsión social, cuando el descontento por los once años de gobierno dictatorial y la crisis económica mundial, fueron las desencadenantes de esta agitación social.  Es propicio mencionar que este descontento, tuvo múltiples protagonistas, cada uno con sus respectivas posiciones políticas. En ellas se encontraban apristas, comunistas, militares descontentos o pro sanchecerristas, e incluso sectores aristocráticos que habían sido desplazados por  el Oncenio. Toda una gama  de posiciones, pero dentro de ella el protagonista que se benefició con todo este descontento fue el militar Sánchez Cerro, que más adelante se convertiría en presidente del Perú, venciendo al candidato aprista Haya de la Torre. Este militar que con  un discurso nacionalista y anticomunista, concentró el poder hasta 1933, fecha de su asesinato en manos de un militante aprista.

Esta oposición antileguiista también se reflejó en el hacinamiento de los penales con prisioneros políticos de las diferentes canteras;  es decir, no sólo concentraban luchadores sociales comprometidos con los más desposeídos, sino también se albergaba esporádicamente a civilistas y,  por supuesto, estos últimos también se beneficiaron con la amnistía del 19 de noviembre de 1931, mediante el D.L 7414, que indultaba a todos los ciudadanos civiles  y militares por delitos políticos, incluía el caso del Gral. Pedro Pablo Martínez, líder de la rebelión en el Callao (5), el del Sargento Huapaya, de posición sanchecerrista, que se amotinó en Santa Catalina, hasta el mismo Haya de la Torre que tuvo la oportunidad de volver del exilio para competir con Sánchez Cerro, ya que esta ley también ordenaba la libertad de los condenados o enjuiciados referidos y autorizaba el regreso al país de quienes se hubieran ausentado de él por motivos políticos  antes mencionados.

Esta “dispensa” no detendrá la situación de convulsión social, por el contrario, se acrecentará y de ella devendrá la necesidad de la amnistía de 1933.
               
SOBRE LA AMNISTÍA DEL AÑO 33

Es necesario recordar que  el presidente Benavides(1933-1939) que asumió el cargo tras la muerte de Sánchez Cerro en manos de un aprista  “mientras pasaba revista a las tropas que iban a combatir en el conflicto armado con Colombia y que estaban reunidas en el Campo de Marte”(6) (único presidente del Perú asesinado durante su mandato), llegó al sillón presidencial a guisa de bombero, en un ambiente sumamente caldeado: el descontento con  Sánchez Cerro  había generado  movilizaciones populares constantes que se incrementaban más, puesto que los gobiernos militares no resolvían las demandas de la población y  eran los continuadores del poder aristocrático, las luchas entre el APRA y la Unión Revolucionaria, que de revolucionaria tenía solo el nombre porque su corazón era de derecha, se hacían más intensas,  concomitantemente a ello  la nación necesitaba mayor tranquilidad en el frente interno para poder encarar  la  difícil situación internacional que se tenía con Colombia, todo esto requería una solución política a éstos difíciles problemas: devino pues la necesidad de una amnistía. En este contexto “…el gobierno procedió a amnistiar a muchos presos políticos (incluyendo a Víctor Raúl Haya de la Torre) y permitió cierto grado de libertad en el ejercicio del renovado debate político. El diario La Tribuna, vocero aprista, empezó nuevamente a editarse y a circular; el APRA-escribe Percy Murillo- organizó sus filas, emitió folletos, envió dirigentes a recorrer el país, operó restaurantes populares, reforzó la capacitación política e ideológica entre los sindicatos, promovió debates doctrinarios en las universidades, etc. En una palabra, el flamante presidente inició una política llamada de ‘paz y concordia’ a fin de apaciguar los ánimos caldeados por los últimos acontecimientos; pero ahí quedaron las cosas. Benavides se aferró al poder y no tuvo la menor iniciativa para convocar a elecciones que refrendarán su designación…” y agrega “La apertura a la legalidad aprista fue muy breve y episódica, ya que, solucionado el frente externo, las cosas volvieron a ponerse en contra del partido, recrudeciendo las malquerencias y resquemores de uno y de otro lado. El APRA (pasa) a la oposición y más tarde a la clandestinidad.” (7)

Pero esta amnistía, como todo proceso social, necesario pero complicado, no se desenvolvió sin oposición “…la estrategia política de Benavides descubrió un frente de oposición en el seno mismo de la clase dominante, a la que él pertenecía. En efecto, la Unión Revolucionaria y El Comercio pasaron a la oposición, acusando al gobierno de lenidad y complicidad  con el APRA. Se creó así una situación que podía llevar a la desintegración de la clase dominante y del ejército, y provocar la temida descomposición del cuerpo político. Ante esta situación, Benavides optó por postergar indefinidamente la realización de sus promesas respecto al restablecimiento de las libertades públicas y la convocatoria a nuevas elecciones. ” (8) La Unión Revolucionaria, el fujimorismo de ayer, populista y derecha, se opuso a la amnistía general, provocando con su cerrazón, mayor encono entre los peruanos y atizando con su dogmatismo de derecha el fuego social. La derecha más recalcitrante es pues la que con más vehemencia se  opone visceralmente a estos procesos que benefician a la nación en su conjunto y particularmente al pueblo,  complementando esta arremetida de la derecha contra la nación y el pueblo peruano al tirar por tierra los decretos de amnistía,  la vieja fracción civilista exigió a Benavides “…intensificara la represión  de las clases populares, creando y desarrollando el aparato estatal encargado de cumplir profesionalmente esa tarea… institucionalizó un cuerpo no uniformado de investigadores policiales encargados de obtener información y desbaratar los movimientos subversivos y de protestas.”(9) Es decir, la solución de Benavides no fue la de aperturar los aspectos positivos de la democracia burguesa, sino más cachiporra, la represión que genera más descontento y no permite encontrar soluciones políticas a los conflictos sociales. En los próximos años la situación se caldeó mucho más, sobre el frustrado proceso electoral de 1936 Palacios Rodríguez comenta: “…la violencia política no se alejó del escenario nacional. La administración de Benavides en los meses siguientes tuvo que recurrir muchas veces a la represión para intentar reducir la virulencia e iniciar el tan anhelado consenso entre las diferentes fuerzas políticas, objetivo que consiguió a medias. Para ello, contaba con un instrumento ‘legal’: la ley de Emergencia Nacional, heredada de Sánchez Cerro, y confeccionada a base de leyes similares en países totalitarios. De ese modo… la coacción se agudizó. A fin de perfeccionar los métodos represivos… Benavides contrató una Misión de Policía italiana, fascista. Se creó el Batallón de Asalto, unidad motorizada especializada en la disolución de manifestaciones populares… “(10) Es decir, la no adecuada solución política de los conflictos  sociales, (hoy lo principal en la agenda es la necesidad de dar solución política al conflicto interno al que le corresponde una amnistía general), apertura procesos que escinden a nuestra nación, cuando todos debemos luchar por unirla. Hoy en día se menciona, se analiza, se estudia el tema de la  amnistía desde diferentes ópticas, a raíz de que en nuestro país cumplen condena muchos prisioneros políticos y prisioneros de guerra claro está que para los que se consideran “demócratas” el término adjudicable a aquellos es el de “terrorista”. Y no podría ser de otra manera, ya que dentro de nuestra vida republicana,  a los prisioneros políticos y sociales nunca se les ha catalogado como tales.

Y dentro de esta discusión sobresale el PCP a través del Dr. Abimael Guzmán que,  desde el año 1993 está planteando Solución Política, Amnistía General y Reconciliación Nacional, postura que ha generado diversas opiniones, incluidas rasgadura de vestiduras de los que supuestamente plantean sólo amnistía para los prisioneros sociales.

Consideramos que el planteamiento de una amnistía para los tiempos actuales, no solamente debe involucrar  a un sector de los enfrentados, sino que debe cubrir a las otras posiciones,  ya que de no ser así carecería de sentido como institución que ayude a resolver problemas derivados de un conflicto interno. El caso de la amnistía presentada en 1931 nos puede ayudar a entender algunos aspectos, cómo es que esta salida democrática promovida por Samanez Ocampo, antiguo líder montonero, ayudó  a que muchos presos políticos salgan de prisión, incluidos los pertenecientes a los sectores aristocráticos y militares.

Notas:
 
(1)     En prólogo del libro “EN EL BANQUILLO ¿TERRORISTA O REBELDE?” de Víctor Polay Campos, extracto sacado del diario PERÚ.21.
(2)      “Historia de la República del Perú” Palacios Rodríguez, Raúl. Empresa Editora El Comercio S. A. 2006. Lima. (Presentación)
(3)     Idem.
(4)     Llamado el “último montonero” acusado de conspirar contra Leguía fue recluido en la isla San Lorenzo y posteriormente deportado.
(5)      20 de febrero de 1931, intento de asalto al Palacio de Gobierno y sublevación militar policial comandados por el Gral. Pedro Pablo Martínez. El 13 de Mayo de 1931 a través de D.L. 7145 se cortaba la secuela de juicios seguidos a sus autores.
(7)     “Historia de la República del Perú” Palacios Rodríguez, Raúl. Empresa Editora El Comercio S. A. 2006. Lima. (Pág. 25)
(8)     “Clases, Estado y Nación en el Perú” Cotler, Julio. Instituto de Estudios Peruanos. 2006.  Lima.  (Pág. 227)
(9)     “Clases, Estado y Nación en el Perú” Cotler, Julio. Instituto de Estudios Peruanos. 2006.  Lima.  (Pág. 228)
(10) “Historia de la República del Perú” Palacios Rodríguez, Raúl. Empresa Editora El Comercio S. A. 2006. Lima. (Pág. 26)